
Esta es la historia de un hombre ateo, que no podía comprender ni creer todo lo que Dios hizo por cada uno de nosotros al enviar a su Hijo Jesucristo a esta tierra, a nacer y luego morir por nuestras culpas. Todo le parecía muy irreal y una tontería. Por el contrario, su esposa y sus hijos habían experimentado una transformación en sus vidas, gracias a Aquel que nació hace más de 2000 años.
Una Nochebuena, su esposa decidió asistir con sus hijos a la parroquia para celebrar el nacimiento de Jesús, e invitó a su esposo a que la acompañara, pero este se negó, aduciendo que todo era una estupidez. Sin decir nada, la esposa y los niños se marcharon.
Pocos minutos después, el viento comenzó a soplar con mucha fuerza y se desató una ventisca, seguido por una fuerte tormenta de nieve. De repente, oyó un golpe muy violento sobre una de las ventanas.
Salió para averiguar qué había pasado, y descubrió que una bandada de gansos salvajes fue sorprendida por la tormenta de nieve. Perdidos y confundidos, los gansos daban aletazos y volaban en círculos, cegados por la borrasca. Pensó que sería ideal que se quedaran en el granero hasta que el mal tiempo pasara, por lo que se dirigió al establo, abrió las puertas y aguardó, con la esperanza de que entraran para protegerse.
Los gansos no se percataron de las intenciones del granjero, por el contrario, seguían revoloteando. Intentó llamarles la atención, pero sólo consiguió asustarlos y que se alejaran más. Trató de ahuyentarlos en dirección al granero, pero se dispersaron aún más y por mucho que lo intentara, no logró que entraran al granero.
Después de intentarlo por varios medios, se dio cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano. Pensó: “si fuera uno de ellos, entonces podría salvarlos”, por lo que se le ocurrió una idea. Entró al establo, tomó un ganso de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres. Luego lo soltó, el ganso voló sobre ellos y se fue al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se quedó admirado, mientras las palabras que había pronunciado aún le resonaban en la cabeza… ¡si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos!
Todos aquellos pensamientos negativos, de pronto, comenzaron a tener sentido, y pudo darse cuenta de que toda esa escena que había experimentado era precisamente lo que había hecho Dios, al hacerse hombre en la persona de Jesús. Nosotros somos como aquellos gansos, estamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. El propósito de Jesús fue el camino y guiarnos a la salvación.
Este suceso hizo reflexionar al granjero, por lo que se apresuró para ir al encuentro de su familia, donde sin dudarlo permitió que el Espíritu Santo entrara en su corazón y transformara su vida.
Si estás cegado, en tinieblas, y no encuentras el verdadero y único camino, como los gansos, entonces recuerda las palabras de Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida. Sin mí, nadie puede llegar a Dios el Padre» (Juan 14:6).
¡Feliz Navidad!
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